Lo humanamente útiles que podemos ser
10 Septiembre 2012
Un día de verano cierto personaje tocó a la puerta de Silvio Rodríguez:
“Mire, yo atiendo lo que es Prevención en el barrio La Corbata. Como
usted sabe, trabajamos en lugares sensibles, donde hay personas que han
sido reclusas, y tratamos de ayudarlas a la reinserción en la sociedad.
Como son barrios con determinados problemas, con determinadas carencias,
también tratamos de que la gente se conduzca bien, que no se desvíe, no
se meta en problemas… Yo vengo a verlo porque cuando usted fue a la
prisión de Guamajal, yo trabajaba allí, entonces me di cuenta de que
usted es una persona que se preocupa por estas cosas”.
En efecto, algo más de un año atrás, Silvio no había reparado en el
entonces Primer Teniente José Antonio Álvarez, uno entre tantos
oficiales de la cárcel de Guamajal Hombres de Villa Clara. Pero a la
vuelta de un año o más de la gira por las prisiones, al trovador le
parecieron especialmente interesantes sus preocupaciones y la manera en
que las enfocaba: “Yo dije ‘coño, aquí hay un material humano que hay
que aprovechar, hay que ver qué hay detrás de esto’”.
Se hizo entonces el concierto de La Corbata. “Una vez vivida esa
primera actividad, yo me di cuenta de que eso era lo que tenía que
hacer. Esa experiencia lo enfrenta a uno a una realidad que por lo menos
yo no conocía. Yo no sabía que existía esa complejidad dentro de la
sociedad, que se habían formado nuevos barrios, ni en las condiciones en
que vivían, que a veces son muy muy muy precarias”.
El capitán Álvarez, sin quererlo o saberlo, sugirió un camino.
Silvio, receptivo, lo convirtió en motivo de hacer. Aquel primer
concierto fue el precedente de todo un proyecto: una gira por alrededor
de treinta barrios de La Habana. Al cobrar esa magnitud, el suceso
motiva nuevas preguntas:
-¿Qué criterio sigue la selección de los barrios de la gira?
Ana Lourdes Martínez, coordinadora de la Gira por
los barrios, se ha ido reuniendo con los Poderes Populares y con el
departamento de Prevención, de la PNR. Según la experiencia de estos
especialistas, y también por peticiones y noticias que nos han llegado
de vecinos de diversos barrios, hemos ido armando nuestra trayectoria.
El criterio que nos ha guiado es presentarnos en los lugares más
necesitados, en los que haya más problemas acumulados, en los sitios más
críticos por la razón que sea. Siguiendo esta brújula, además de viejos
barrios habaneros, hemos visitado lugares que hasta hace unos años ni
siquiera existían. Vecindarios creados por albergues que inicialmente
iban a ser provisionales. En ellos ubicaron a familias que por diversas
causas perdieron sus viviendas. Algunos llegaron siendo niños y después
se casaron, y más tarde han visto crecer a sus propios hijos. Es el caso
de lugares como “Sexto congreso”, que queda más allá de la línea del
ferrocarril de Lawton. O de Lugardita, que lleva más de un año sin
tanque de agua. O de “Bello amanecer”, que tiene un nombre que hace
pensar en lo que no es. Eso sí, en todos esos barrios hay niños con
escuelas y con zapatos.
-¿Por qué una gira así en este momento particularmente?
Cuba está inmersa en un sensible proceso de
cambios. Es una transformación necesaria, pero uno de sus peligros es
que algunos sectores menos favorecidos se empobrezcan más. Estar junto a
ellos es una de las principales razones de la gira. Aunque también es
cierto que desde que empecé hice cosas así.
En 1969, me fui a las costas occidentales de
África, de barco en barco de la Flota Cubana de Pesca. Aquella gira en
alta mar fue mi primer experiencia sistemática. Una de las inspiraciones
era que los pescadores de la Columna Juvenil del Mar tenían la meta de
traer pescado y a veces pasaba un año y no tocaban puerto. Mi misión
consistía en hacer contacto con la mayor cantidad de barcos y darles mis
canciones. Estuve algo más de 4 meses navegando.
Angola, país que visité dos veces entre febrero de 1976 y enero de 1977, fue otra forma de estar donde me creí necesario.
A principios de 1989 hice aquella otra gira
llamada “Por la Patria”, junto al grupo Afrocuba. La empezamos un 28 de
enero en la cima del pico Turquino, para 200 personas; la terminamos a
fines de marzo, en la Plaza de la Revolución, para 200 mil. A fines de
los 80 se tambaleaba el campo socialista y era obvio que de alguna forma
aquello nos iba a tocar. Esas inquietudes animaron aquella gira.
En 2008, cuando me despedía de la Asamblea
Nacional, volví a pensar que debía dejar algo útil. Por eso hablé de
sistematizar el trabajo cultural en las prisiones. Sabía que esa labor
se venía haciendo desde hacía tiempo, espontáneamente. Pero siempre he
creído que reglamentarlo puede ser una buena contribución a la
reeducación. Hablé sobre eso y sobre dar relieve al trabajo que hacían
escritores, artistas, deportistas y familiares de presos. Entonces
hicimos aquella gira por las prisiones de todo el país, que tuvo cierta
divulgación, incluso internacional; un recorrido que nos vinculó a más
de 40 mil reclusos.
La gira por los barrios empezó porque un
oficial de Prevención, que había estado en la gira por las prisiones, me
invitó al barrio que atendía, llamado “La Corbata”. Y cuando hice ese
concierto me di cuenta de que había encontrado otro buen camino para
andar.
La gira por los barrios fue concebida con
cierta modestia, sin mucha parafernalia ni divulgación. No he querido
hacer un gran show de las visitas a los hogares de la gente. Entre otras
razones porque lo que hacemos lo considero una función natural, algo
que debe ser cotidiano. Creo que el arte debe salir de los teatros y
darse a los ciudadanos que no pueden pagarlo, o a los que no lo visitan
por falta de costumbre, o por mitología de clase. Y es que el que nace
en un barrio marginal, o es marginado, puede llegar a creer que ciertas
formas de arte no son para él y su familia. Ir a los barrios es hacer
justicia a las personas y también a las artes; intentar un granito de
arena reparador, rompedor de prejuicios.
-¿En qué aspectos esta gira o la intención que la anima es similar a otras como la realizada por las prisiones?
En el sentido de que las artes y la música hacen
bien a la gente, esté donde esté. Por otra parte el equipo que me
acompaña es prácticamente el mismo. Nos ayuda mucho el personal de Giras
del ministerio de Cultura. Los técnicos y los músicos son mis
compañeros de trabajo desde hace muchos años. Somos una especie de
familia.
-¿Qué buscas en los públicos de los barrios?
Busco ver a la gente, tocarla, intercambiar
humores, escucharla expresarse para saber la realidad del pueblo, de mis
orígenes, a lo que me debo. También busco hacer llegar a esos lugares
expresiones que nuestros medios y los medios del mundo difunden poco.
Busco amar y ser amado.
-¿Qué encuentras?
Encuentro un renacer. Ya sé que alguien podrá decir
que es momentáneo. Pero, mientras dura, sabemos que no estamos solos,
ni olvidados. Recibimos y damos. Lo sienten ellos y también nosotros.
Eso se nos queda en la memoria, a todos. Personalmente me conmueve
constatar que la gente de los barrios, a pesar del predominio de lo que
está de moda, cantan mis canciones. Eso me impresiona, sobre todo de
niños y de jóvenes. Es como un milagro.
-La acogida de los conciertos ha sido sin duda intensa: ¿Qué sientes que dejas a tu paso en esos entornos?
Dejo lo que me corresponde dejar. A mí, a cualquier artista: puentes, líneas que se entrecruzan, que nos vinculan y se en
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