Bandera. Foto: Kaloian
Una
nueva escalada de
agresiones del gobierno de Estados Unidos se gesta contra Cuba
a partir de una campaña de prensa que pone énfasis en un supuesto
clima de violencia y represión dentro de nuestro país.
El
momento no es casual, se escoge un escenario particularmente convulso en Europa
y el mundo árabe, en especial por el desarrollo de los acontecimientos en Libia
y Siria.
La
actual cruzada generada desde la Florida pretende crear una matriz de opinión en los medios
internacionales para proyectar la imagen distorsionada de un supuesto aumento
de la represión policial en la isla, para lo cual se
sirven, como siempre, de sus históricos asalariados, tal y como quedó
demostrado en la denuncia las Razones
de Cuba.
Las
presuntas mujeres “reprimidas” son las autotituladas Damas de Blanco, cuyo aval al servicio
de los intereses de una potencia extranjera es conocido,
al igual que las sumas de dinero que reciben de grupos terroristas que sufragan
sus planes provocadores.
Estas
mercenarias del imperio, a quienes se quieren presentar como
“pacíficas” y “maltratadas”, entran en el esquema de la
estrategia de la Casa Blanca que busca un pretexto de condena a Cuba ante
los organismos internacionales.
Al
carecer ya de motivos y además, al salir del país la casi totalidad de las
integrantes de este grupúsculo, han recurrido ahora a comprar el apoyo de ciudadanas
con conductas antisociales, quienes al final a lo que aspiran es a un aval que
les permita obtener un visado para emigrar.
Su accionar en estos casos se produce de forma regular
tras una visita a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, donde
son recibidas sistemáticamente de forma preferencial para su preparación,
recibir orientaciones y abastecimiento.
La
masacre al pueblo libio, perpetrada por la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN) y Estados Unidos -con el auspicio del Consejo de
Seguridad de la ONU y bajo la falsa excusa de proteger civiles-, es una
alternativa que los enemigos de la revolución sueñan legitimar contra Cuba.
El
pasado 23 de agosto la congresista de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen,
presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes,
le pidió a Obama aumentar las sanciones “contra el régimen cubano por las
últimas agresiones a las damas de blanco”.
Incluso,
en sus excesos y desvaríos llegó a más: expresó que las mismas “naciones
democráticas” que apoyan a los que alientan revueltas para derribar
gobiernos en Oriente Medio y África tienen que respaldar a la
“oposición” dentro de Cuba.
La
congresista federal es la misma que con anterioridad se congratuló por la
inclusión de nuestro país en la espuria lista que cada año emite el
Departamento de Estado sobre presuntos patrocinadores del terrorismo, pues,
según ella, esto pone de relieve “la grave amenaza” que representa
Cuba para la seguridad estadounidense y de la región.
Con
el respaldo del gobierno norteamericano y sus Servicios Especiales, se
amplifican las provocaciones de estas mercenarias.
Para
ello reiteran noticias falsas en diferentes medios de prensa. Son acciones que
forman parte de operaciones de la llamada guerra psicológica, utilizada por la
CIA.
Pero
ante todo, persiguen
el objetivo de generar a cualquier precio un incidente que mediáticamente
permita lograr una matriz de opinión sobre una supuesta represión.
Algunas
de esas ciudadanas han tratado de realizar desórdenes públicos en la capital y
en Santiago de Cuba, hacia donde viajaron desde La Habana para dirigir las
acciones, que fueron rechazadas espontaneamente por la población con consignas
de apoyo al proceso socialista y sus líderes.
Esas mujeres que hoy se presentan como víctimas, quienes
luego de la ejecución de los actos contrarrevolucionarios reciben el pago
enviado desde Miami, son las mismas que felicitaron en 2009 al golpista
hondureño Roberto Micheletti por su actuación, mientras en las calles de
Tegucigalpa corría la sangre del pueblo.
Las
imágenes de los manifestantes reprimidos en España con porrazos y gases
lacrimógenos, o en Santiago
de Chile, Atenas, Londres y hasta en el mismísimo New York, no se ven en este
país desde la etapa en que gobernaba el tirano Fulgencio Batista, ahijado
predilecto de las diferentes administraciones norteamericanas.
Las
golpizas policiales, los carros antimotines y los muertos, como acaba de
ocurrir con un joven chileno asesinado durante las protestas estudiantiles que
sacuden a la nación sudamericana, no han recibido similares campañas de
prensa.
Tampoco se han pronunciado voceros del Departamento de
Estado, mientras
congresistas al estilo de Ileana Ros-Lehtinen enmudecen.
Para
los cubanos es sagrada la defensa de un proceso que tanta sangre valiosa ha
costado a largo de más de 140 años de lucha. Por ello se continuarán
denunciando estas maniobras con las pruebas que revelen al mundo nuestra
verdad.
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