El Negro José Harry Villegas Pombo salvado Museo Che Guevara
El Negro José boliviano El Negro José Harry Villegas Pombo salvado
Por Diego Molinas
El
Che había sido sobrepasado en número, herido, estropeado su fusil y fue
tomado prisionero para ser luego asesinado. Este acontecimiento
conmovió y movió a los corazones de miles en el mundo, especialmente de
aquellos que en la lucha de este gigante revolucionario vieron una
esperanza de justicia y dignidad. Pero lo cierto es que la historia del
Che, la historia de la guerrilla de Ñancahuazú no fue apagada por el
disparo cobarde que quiso acallar tanta vida.
Un
ejemplo de esto es Efraín Quicáñez Aguilar, “El negro José”, autor del
libro “Pan Comido” en el cual relata la travesía que realizó junto a los
sobrevivientes de la guerrilla para romper el cerco del ejército
Boliviano y escapar con vida rumbo a Chile.
El
libro fue presentado en Valle Grande en el marco de los actos
conmemorativos por un nuevo aniversario de la guerrilla de Ñancahuazú.
En el salón parroquial de la Iglesia de Valle Grande no se escucha ni el
más pequeño ruido. Los ojos de todos los que llenan las bancas antiguas
del recinto miran fijo al “Negro José”, quien, micrófono en mano,
relata con precisión cada uno de los detalles de esta historia épica que
se inició luego de la muerte del Che, donde tres de los combatientes
cubanos habían sobrevivido a los enfrentamientos con el ejército y
debían regresar con vida a Cuba. En esa coyuntura el Partido Comunista
Boliviano se había reunido y consultado a sus cuadros políticos sobre
cuál era la mejor vía para que los guerrilleros pudiesen escapar. Cuando
se planteaba la posibilidad de escapar rumbo a Chile se le consultó al
“Negro José”, conocedor de la zona fronteriza y militante del partido en
las apartadas regiones cercanas al territorio fronterizo, quien con
simpleza propia de pueblo respondió que eso es “Pan Comido” y es con
estas simples palabras que entra a la historia como el responsable de la
operación que logró que Pombo (Harry Villegas Tamayo), Benigno (Daniel
Alarcón Ramírez) y Urbano (Leonardo Tamayo Núñez) pudieran regresar a su
patria con vida.
Cuarenta
y cinco años después, vestido de camisa blanca y pantalón de gimnasia,
frente a delegaciones de nueve países, está parado el “Negro José”,
compartiendo su historia que también es la historia de medio continente y
que durante muchos años había estado guardada o mal contada. A su lado,
mirándolo con gran asombro, están el embajador de Cuba en Bolivia,
Rolando Gómez y “Calica” Ferrer compañero de viaje del Che. Con su mano
izquierda sostiene el micrófono, mientras que con la otra dibuja en el
aire imágenes que van ilustrando su relato. En ellas se pueden ver las
serranías por las cuales caminaron perseguidos por el ejército
boliviano, o también los tolares que iban pisando sus pies cansados y
mojados, luego de atravesar ríos y aguantar las intensas lluvias.
Ya
no vuela ni una pluma en el viejo salón parroquial de Valle Grande...
El negro José relata cómo luego de vencer numerosas dificultades
lograron llegar a territorio chileno. Cuenta que al llegar se
encontraron con un periodista quien, con su presencia, les garantizó que
continuaran vivos cuando se entregaron a las autoridades del país
trasandino, y con emoción agradece a la movilización del pueblo Chileno.
El recinto responde con un cerrado aplauso. Antes que callaran las
primeras palmas, una compañera de la delegación de Chile grita con toda
la potencia de su garganta “¡Yo tenía 10 años y participe con mi padre
de las movilizaciones por la llegada de ustedes a Chile!”. “El Negro
José” abraza con sus dos manos el micrófono y dice "¡GRACIAS!",
aprovecha también para rendir homenaje al en ese entonces senador
Salvador Allende, y lo expresa en sencillas pero profundas palabras
“hizo honor a su nombre, fue nuestro SALVADOR”.
La
emoción ya nos cruza el pecho a todos los que estamos siendo parte de
esta maravillosa experiencia de hacer memoria de una porción tan valiosa
de nuestra historia latinoamericana. Los sobrevivientes salen de
Santiago rumbo a Tahití, previa escala en la Isla de Pascua, y luego de
un largo recorrido por Europa parten hacia La Habana, Cuba. Es en la
llegada a aquella isla donde acontece lo que el “Negro José” nombra como
el momento más importante de su vida. Con emoción en las pupilas nos
cuenta que él fue el primero en bajar del avión y que al descender las
escaleras divisó una alfombra roja y a los costados de ésta, mares de
uniforme verde olivo que lo saludaban. Cuando concluyó todos los
escalones que lo llevaron a tierra se encontró con el abrazo inmenso del
“Comandante de los Comandantes”, y dice el “Negro José” que ese abrazo
de Fidel pagó con creces tanto esfuerzo y sacrificio por la causa
revolucionaria.
¡El
auditorio de pie aplaude! En la mayoría de los ojos de los que
concurrimos a este maravilloso encuentro con la historia se puede ver la
húmeda sensación de la emoción, que no distingue nacionalidades,
idiomas, ni inmunidades diplomáticas. Todos los que estamos en este
rincón de la hermana tierra boliviana agradecemos a la vida, al Che y al
“Negro José”, por ser testigos de esta historia americana que es
nuestra y que aún se sigue escribiendo en la vida de hombres y mujeres
anónimos que entregan todo por la causa de una sociedad más justa.
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