segunda-feira, 12 de novembro de 2012

“Expresión del compromiso del pueblo boliviano con la causa del Che”

El Negro José Harry Villegas Pombo salvado Museo Che Guevara

El Negro José       boliviano El Negro José Harry Villegas Pombo salvado

Por  Diego Molinas  

El pasado 8 de Octubre se conmemoró el 45º aniversario de la caída en combate del Che en Bolivia.
El Che había sido sobrepasado en número, herido, estropeado su fusil y fue tomado prisionero para ser luego asesinado. Este acontecimiento conmovió y movió a los corazones de miles en el mundo, especialmente de aquellos que en la lucha de este gigante revolucionario vieron una esperanza de justicia y dignidad. Pero lo cierto es que la historia del Che, la historia de la guerrilla de Ñancahuazú no fue apagada por el disparo cobarde que quiso acallar tanta vida.
Un ejemplo de esto es Efraín Quicáñez Aguilar, “El negro José”, autor del libro “Pan Comido” en el cual relata la travesía que realizó junto a los sobrevivientes de la guerrilla para romper el cerco del ejército Boliviano y escapar con vida rumbo a Chile.
El libro fue presentado en Valle Grande en el marco de los actos conmemorativos por un nuevo aniversario de la guerrilla de Ñancahuazú. En el salón parroquial de la Iglesia de Valle Grande no se escucha ni el más pequeño ruido. Los ojos de todos los que llenan las bancas antiguas del recinto miran fijo al “Negro José”, quien, micrófono en mano, relata con precisión cada uno de los detalles de esta historia épica que se inició luego de la muerte del Che, donde tres de los combatientes cubanos habían sobrevivido a los enfrentamientos con el ejército y debían regresar con vida a Cuba. En esa coyuntura el Partido Comunista Boliviano se había reunido y consultado a sus cuadros políticos sobre cuál era la mejor vía para que los guerrilleros pudiesen escapar. Cuando se planteaba la posibilidad de escapar rumbo a Chile se le consultó al “Negro José”, conocedor de la zona fronteriza y militante del partido en las apartadas regiones cercanas al territorio fronterizo, quien con simpleza propia de pueblo respondió que eso es “Pan Comido” y es con estas simples palabras que entra a la historia como el responsable de la operación que logró que Pombo (Harry Villegas Tamayo), Benigno (Daniel Alarcón Ramírez) y Urbano (Leonardo Tamayo Núñez) pudieran regresar a su patria con vida.
Cuarenta y cinco años después, vestido de camisa blanca y pantalón de gimnasia, frente a delegaciones de nueve países, está parado el “Negro José”, compartiendo su historia que también es la historia de medio continente y que durante muchos años había estado guardada o mal contada. A su lado, mirándolo con gran asombro, están el embajador de Cuba en Bolivia, Rolando Gómez y “Calica” Ferrer compañero de viaje del Che. Con su mano izquierda sostiene el micrófono, mientras que con la otra dibuja en el aire imágenes que van ilustrando su relato. En ellas se pueden ver las serranías por las cuales caminaron perseguidos por el ejército boliviano, o también los tolares que iban pisando sus pies cansados y mojados, luego de atravesar ríos y aguantar las intensas lluvias.
Ya no vuela ni una pluma en el viejo salón parroquial de Valle Grande... El negro José relata cómo luego de vencer numerosas dificultades lograron llegar a territorio chileno. Cuenta que al llegar se encontraron con un periodista quien, con su presencia, les garantizó que continuaran vivos cuando se entregaron a las autoridades del país trasandino, y con emoción agradece a la movilización del pueblo Chileno. El recinto responde con un cerrado aplauso. Antes que callaran las primeras palmas, una compañera de la delegación de Chile grita con toda la potencia de su garganta “¡Yo tenía 10 años y participe con mi padre de las movilizaciones por la llegada de ustedes a Chile!”. “El Negro José” abraza con sus dos manos el micrófono y dice "¡GRACIAS!", aprovecha también para rendir homenaje al en ese entonces senador Salvador Allende, y lo expresa en sencillas pero profundas palabras “hizo honor a su nombre, fue nuestro SALVADOR”.
La emoción ya nos cruza el pecho a todos los que estamos siendo parte de esta maravillosa experiencia de hacer memoria de una porción tan valiosa de nuestra historia latinoamericana. Los sobrevivientes salen de Santiago rumbo a Tahití, previa escala en la Isla de Pascua, y luego de un largo recorrido por Europa parten hacia La Habana, Cuba. Es en la llegada a aquella isla donde acontece lo que el “Negro José” nombra como el momento más importante de su vida. Con emoción en las pupilas nos cuenta que él fue el primero en bajar del avión y que al descender las escaleras divisó una alfombra roja y a los costados de ésta, mares de uniforme verde olivo que lo saludaban. Cuando concluyó todos los escalones que lo llevaron a tierra se encontró con el abrazo inmenso del “Comandante de los Comandantes”, y dice el “Negro José” que ese abrazo de Fidel pagó con creces tanto esfuerzo y sacrificio por la causa revolucionaria.
¡El auditorio de pie aplaude! En la mayoría de los ojos de los que concurrimos a este maravilloso encuentro con la historia se puede ver la húmeda sensación de la emoción, que no distingue nacionalidades, idiomas, ni inmunidades diplomáticas. Todos los que estamos en este rincón de la hermana tierra boliviana agradecemos a la vida, al Che y al “Negro José”, por ser testigos de esta historia americana que es nuestra y que aún se sigue escribiendo en la vida de hombres y mujeres anónimos que entregan todo por la causa de una sociedad más justa.

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