14 abril 2013
Estados Unidos
a la Isla “injusto y éticamente inaceptable” la sociedad norteamericana
estaba entretenida con el estallido del escándalo Mónica Lewinsky. El
affaire del presidente Clinton con una becaria tenía todos los
ingredientes para llamar la atención durante buen tiempo a un país más
interesado en los detalles de un romance en la Oficina Oval que en lo
que el Sumo Pontífice calificó como “una opresión para el pueblo
cubano”.
Luego, el caso del niño Elián González volvió a colocar las incongruencias de la política estadounidense hacia Cuba en los medios de comunicación estadounidenses y mostró el rostro más odioso de sus defensores. Pero tanto en la denuncia de los efectos del bloqueo sobre la vida de los cubanos como en la absurda separación de un hijo de sus padres por el capricho de los políticos de Miami, las víctimas estaban fuera del lente por el que mira la mayoría de los norteamericanos.
Jamás hasta hoy los estadounidenses ajenos a la política, esa mayoría que vive pendiente de los programas de farándula y los viajes por el mundo de sus estrellas de televisión, habían tenido la oportunidad de comprobar que ellos son también víctimas de un cerco irracional. Ese ha sido el gran aporte de los congresistas cubanoamericanos Ileana-Ros-Lehtinen, Marco Rubio y Mario Díaz-Balart al convertir en blanco de sus obsesiones persecutorias contra Cuba a estrellas mediáticas como Beyonce y su esposo, el rapero Jay-Z, por celebrar su aniversario de bodas en la isla maldita.
Si hace un año, al manager de los Marlins de Florida, Ozzie Guillén, le hicieron tragarse en Miami sus palabras de respeto a Fidel, ahora el ataque a Jay-Z y Beyonce por viajar a Cuba puso en la agenda nacional la violación del derecho de los norteamericanos a visitar un país donde la pareja de celebridades sólo recibió afecto. Lejos de hacer retractarse a los atacados, esta vez el efecto ha sido radicalizarlos y el rap Open letter con el que Jay-Z retó a sus acusadores llegó como un relámpago a los oídos de millones de norteamericanos, incluyendo la conferencia de prensa del portavoz de la Casa Blanca, cuestionando la política que impone multas y cárcel por viajar a la Isla. “Me quieren dar tiempo de prisión y una multa/ Bien, déjenme cometer un crimen verdadero”, canta en tono rebelde Jay-Z que, como ha dicho el diario británico The Guardian al referir los hechos, “no es sólo un artista, es bien conocido como un magnate importante, un creador de tendencias culturales y como un megadonante de alto perfil y amigo del presidente Obama y su familia”.
Poco antes del viaje de Beyonce y Jay-Z ya algunas columnas de opinión en medios norteamericanos hablaban de la sin razón de mantener a la Isla en la controversial lista de estados patrocinadores del terrorismo que publica el Departamento de Estado cada año, uno de los pilares para justificar el bloqueo y la prohibición de viajar a Cuba a los ciudadanos de ese país. Después de esta historia los defensores de tal política lo van a tener aún más difícil, los policías de Miami en el Congreso de Washington se han encargado de acorralarla: las fotos de pioneritos habaneros junto a Beyonce y una pegajosa melodía que dice “me gustan los cubanos” están -gracias al fanatismo de Ros-Lehtinen, Rubio y Díaz-Balart- en los ojos y en las voces de la Norteamérica común que se pregunta “¿por qué no puedo ir allí?”
Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Cuba en 1998 y declaró el bloqueo de Luego, el caso del niño Elián González volvió a colocar las incongruencias de la política estadounidense hacia Cuba en los medios de comunicación estadounidenses y mostró el rostro más odioso de sus defensores. Pero tanto en la denuncia de los efectos del bloqueo sobre la vida de los cubanos como en la absurda separación de un hijo de sus padres por el capricho de los políticos de Miami, las víctimas estaban fuera del lente por el que mira la mayoría de los norteamericanos.
Jamás hasta hoy los estadounidenses ajenos a la política, esa mayoría que vive pendiente de los programas de farándula y los viajes por el mundo de sus estrellas de televisión, habían tenido la oportunidad de comprobar que ellos son también víctimas de un cerco irracional. Ese ha sido el gran aporte de los congresistas cubanoamericanos Ileana-Ros-Lehtinen, Marco Rubio y Mario Díaz-Balart al convertir en blanco de sus obsesiones persecutorias contra Cuba a estrellas mediáticas como Beyonce y su esposo, el rapero Jay-Z, por celebrar su aniversario de bodas en la isla maldita.
Si hace un año, al manager de los Marlins de Florida, Ozzie Guillén, le hicieron tragarse en Miami sus palabras de respeto a Fidel, ahora el ataque a Jay-Z y Beyonce por viajar a Cuba puso en la agenda nacional la violación del derecho de los norteamericanos a visitar un país donde la pareja de celebridades sólo recibió afecto. Lejos de hacer retractarse a los atacados, esta vez el efecto ha sido radicalizarlos y el rap Open letter con el que Jay-Z retó a sus acusadores llegó como un relámpago a los oídos de millones de norteamericanos, incluyendo la conferencia de prensa del portavoz de la Casa Blanca, cuestionando la política que impone multas y cárcel por viajar a la Isla. “Me quieren dar tiempo de prisión y una multa/ Bien, déjenme cometer un crimen verdadero”, canta en tono rebelde Jay-Z que, como ha dicho el diario británico The Guardian al referir los hechos, “no es sólo un artista, es bien conocido como un magnate importante, un creador de tendencias culturales y como un megadonante de alto perfil y amigo del presidente Obama y su familia”.
Poco antes del viaje de Beyonce y Jay-Z ya algunas columnas de opinión en medios norteamericanos hablaban de la sin razón de mantener a la Isla en la controversial lista de estados patrocinadores del terrorismo que publica el Departamento de Estado cada año, uno de los pilares para justificar el bloqueo y la prohibición de viajar a Cuba a los ciudadanos de ese país. Después de esta historia los defensores de tal política lo van a tener aún más difícil, los policías de Miami en el Congreso de Washington se han encargado de acorralarla: las fotos de pioneritos habaneros junto a Beyonce y una pegajosa melodía que dice “me gustan los cubanos” están -gracias al fanatismo de Ros-Lehtinen, Rubio y Díaz-Balart- en los ojos y en las voces de la Norteamérica común que se pregunta “¿por qué no puedo ir allí?”
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