Soy una criatura de la Revolución
2011-07-10 |
Intervención de Nancy Morejón en el acto de conmemoración del 50 Aniversario del discurso "Palabras a los intelectuales" de Fidel Castro, el 30 de junio de 2011, en la Biblioteca Nacional José Martí
por Nancy Morejón
Acepté a concurrir a este encuentro sobreponiéndome a algunas dificultades personales porque en verdad estamos celebrando un acontecimiento, el acontecimiento que para mi generación hizo posible casi todas las obras que hemos escrito. Naturalmente, agradezco mucho a los organizadores de este encuentro el haber pensado en mí para estar en este panel, en donde yo no voy a hacer ningún resumen, ni ningún comentario de los oradores que me antecedieron, sino sencilla y llanamente, como acordamos, voy a leer un poema: esa es mi función en esta mañana.
Dice algún crítico, de lo que en mi juventud se llamaba Europa Occidental, que los poemas no tienen que ser explicados. A mí no me gusta explicar los poemas, el poema tiene que existir por sí mismo e intentar encontrar un eco, una audiencia, sin embargo, en este caso, yo me siento en la obligación de dar algunas ideas alrededor del poema que van a escuchar, porque pienso y por supuesto me adhiero a un hallazgo literario de Roberto Fernández Retamar de los últimos cinco u ocho años, en donde se explica por qué la poesía es un reino autónomo.
Como saben ustedes, Retamar fue de los poetas, de los jóvenes escritores de aquel entonces que estuvo presente en esa primera gran reunión de los escritores y artistas de Cuba con Fidel; y yo quiero relacionar ese hecho y esas ideas de Roberto, porque creo que en esas palabras de junio de 1961 Fidel creó una alfombra, una alfombra que nos cobijó y que hizo posible ideas, como la idea de la poesía como reino autónomo y la posibilidad de expresión, no solo de las generaciones más jóvenes, sino de todas las generaciones que coexistíamos en aquel momento, y yo quería que ustedes me permitieran leer breves fragmentos de las palabras que yo pronuncié cuando recibí el Premio Nacional de Literatura; yo decía en aquel entonces:
Acepté a concurrir a este encuentro sobreponiéndome a algunas dificultades personales porque en verdad estamos celebrando un acontecimiento, el acontecimiento que para mi generación hizo posible casi todas las obras que hemos escrito. Naturalmente, agradezco mucho a los organizadores de este encuentro el haber pensado en mí para estar en este panel, en donde yo no voy a hacer ningún resumen, ni ningún comentario de los oradores que me antecedieron, sino sencilla y llanamente, como acordamos, voy a leer un poema: esa es mi función en esta mañana.
Dice algún crítico, de lo que en mi juventud se llamaba Europa Occidental, que los poemas no tienen que ser explicados. A mí no me gusta explicar los poemas, el poema tiene que existir por sí mismo e intentar encontrar un eco, una audiencia, sin embargo, en este caso, yo me siento en la obligación de dar algunas ideas alrededor del poema que van a escuchar, porque pienso y por supuesto me adhiero a un hallazgo literario de Roberto Fernández Retamar de los últimos cinco u ocho años, en donde se explica por qué la poesía es un reino autónomo.
Como saben ustedes, Retamar fue de los poetas, de los jóvenes escritores de aquel entonces que estuvo presente en esa primera gran reunión de los escritores y artistas de Cuba con Fidel; y yo quiero relacionar ese hecho y esas ideas de Roberto, porque creo que en esas palabras de junio de 1961 Fidel creó una alfombra, una alfombra que nos cobijó y que hizo posible ideas, como la idea de la poesía como reino autónomo y la posibilidad de expresión, no solo de las generaciones más jóvenes, sino de todas las generaciones que coexistíamos en aquel momento, y yo quería que ustedes me permitieran leer breves fragmentos de las palabras que yo pronuncié cuando recibí el Premio Nacional de Literatura; yo decía en aquel entonces:
He buscado sin tregua darle voz a un coro de voces silenciadas que a través de la historia, mucho más allá de sus orígenes, su raza o su género, renacen en mi idioma. Entre las elegías de Nicolás Guillén y el gesto rumoroso de la poetisa güinera ―hoy mayabequina o mayabequense― Cristina Ayala, ha fluido mi voz buscando sitio entre el violín y el arco, buscando el equilibrio entre lo mejor de un pasado que nos sometió sin compasión a la filosofía del despojo y una identidad atropellada en la búsqueda de su definición mejor.
Me ha importado la historia en letras grandes, me importó la historia de abuelas pequeñitas, adivinadoras, las que bordaron el mantel, donde comían sus propios opresores; historia de látigo, migraciones y estigmas que llegaron por el mar y al mar vuelven sin razón aparente.
Formo parte de una familia, una comunidad, una nación de las que no he querido, ni he podido apartarme, sino que las reclamo con amor en cada uno de mis gestos; el amor supone comprensión infinita y una conciencia de que somos semejantes al prójimo. Sin haber tenido la experiencia directa de la guerra, proclamo que estoy contra la guerra por la dignidad plena de los seres humanos.
La Revolución está en mí como la astilla en la herida, como el sol de todos los días, como la cambiante luna de mis barrios, como la profundidad de los pintores renacentistas o quizás como la de los pintores primitivos haitianos, siempre inventada, pero siempre visible.
Ningún poema mío refleja la Revolución, ni la fotografía siquiera, no la adula tampoco, sino que la provoca en su apariencia trascendente, pero soy una de sus criaturas, soy una criatura de la Revolución.
He buscado la paz y aunque la palabra “paz” suene hoy ―en aquel entonces 2002― como un sarcasmo, como una broma de mal gusto entrando al siglo XXI, a un nuevo milenio cuyo umbral parecería otra página de Julio Verne, la palabra paz es hoy una abstracción tras la cual se esconde la verdadera historia de la humanidad.
Frente al riesgo de presenciar el exterminio de nuestro planeta en donde reina la destrucción y la muerte debemos encontrar una paz tangible, reconciliada con el trabajo y la cultura. Frente a los que quieren restaurar los reinos de la muerte, escribo.
Y escribí este pequeño poema el 24 de junio pasado.
AL VUELO
Hay aires en la mañana sola
bailando entre las plumas de los gorriones
Hay aires al mediodía
bailando entre las fauces de los tanques
Hay aires en la tarde
bailando entre los humos de la carne quemada
Hay aires en la noche trunca
bailando entre los gritos de un niño que sobrevivió.
Entre las sombras de un patio
hablan las plumas de los gorriones
clamando por una paz necesitada
Hay aires en la mañana quieta
volando ante mis ojos
Hay aires en la mañana nuestra
bailando entre la plumas de los gorriones.
Muchas gracias
Intervención de Nancy Morejón en el acto de conmemoración del 50 Aniversario del discurso "Palabras a los intelectuales" de Fidel Castro, el 30 de junio de 2011, en la Biblioteca Nacional José Martí.
Tomado de La Ventana
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